lunes, 3 de abril de 2017

Martes Santo de 1997.



       Laura A. M. nació en Madrid en 1962, no sé desde cuando escribe, no le importa la opinión que los demás tengan sobre ello, piensa que son trozos de su corazón que no deben verse. En prosa ha elegido la única lengua que conoce para expresarse, para el verso la alterna con el italiano, quizás el poema que reproduzco fue escrito en este último idioma y se resiente mucho en el ritmo la traducción que ella mismo hizo. Es, de lejos, el peor poema de los tres que conozco de ella, pero es el más emotivo ya que habla de una situación personal concreta.

Cae Jesús en la que fue nuestra avenida,
amas a otra, lo sé,
sufro en silencio
sin derramar esta perla
de puñal acristalado en el muro

donde olvidaste representar
la máscara de tus dudas,

el sentido de tu existencia.

Ya no soy joven y tienes una amante
que nunca podrá darte
este gramo de amor que se me ahoga
en el pensamiento único que tengo,
eres tú mi vida y eres
mi muerte.

¡Qué triste fue la ajorca

que me regaló mi hermano,
con el rojo coral y el albo oro
de nuestros primeros besos
cuando yo te alumbraba!

¡Qué amargos los requiebros
cuando van a otro oído burlón
y pasajero!

El Cristo se levanta,
cuesta arriba y silente,
no llega una saeta
para aliviarle en el dolor más profundo
en su bendito rostro amoratado.

Pero mi corazón no puede,
no ha podido seguir.
Por tu culpa, Amigo,
se desgañita y muere
y sigue en su Calvario
con la carga de tres hijos que me dejas
y por quienes sonrío aún en las sombras

de la máscara de tu herida.

Se parecen tanto a ti,
Amado que te vas,
Amante que me pierdes.


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Debo tener en cuenta lo que me dijiste algún día y no escuchar tu silencio de ahora.